sábado, noviembre 05, 2005

La srta. Snoid entre sus amigos los humanos

He tenido la peor idea que se le puede ocurrir a alguien llevar a cabo. Ir a un centro comercial un sábado por la tarde. Lo sabía pero las ganas de comprarme mi ansiada cámara digital me han llevado a ello. Al final, para que os ahorreís el resto de la historia si no os apetece leer, ha sido todo en vano.
Todo ha empezado mal en el momento en que he llegado a la parada del autobús y, tras una larga espera, el autobús estaba repleto. Por suerte (o quiza no) hemos entrado todos, los que estabamos esperando en esa parada y los de las 30 paradas siguientes ya que el conductor ha tenido la gentileza de no dejar a nadie en tierra, aunque la mitad estuvieramos a punto de desmayarnos por falta de oxígeno. El viaje ha estado lleno de empujones, gritos de "canis" y viejo/as, olor a maquillaje de las sesentonas que iban "al baile", sudor y múltiples ocasiones de caída y asfixia.
Ha sido un alivio salir del autobús, aunque aún no sabía lo que me esperaba.
Cuando uno va a comprar espera, lo primero, que le atiendan aunque no vayan a comisión y, lo segundo, que una vez que te atienden, el dependiente sepa más que tú. Bueno, pues mis esperanzas se han visto frustradas, por las siguientes razones. Ha habido dos casos distintos:
= Caso A Si el producto es barato, lo compraría si hubiera alguien allí que me lo diera, pero esto no ha ocurrido así. Este ha sido el caso del Alcampo, donde unos dependientes me iban mandando a preguntarles a otros, porque allí nadie sabía nada. Al carajo, no voy a perder una hora entera.
El caso B ha ocurrido en el Boulanger y en el Media Markt, tienen el producto y te atienden (no demasiado bien) pero te cobran 30 euros más que en el Alcampo, al carajo también con ellos.

Bueno, todo esto ha estado amenizado por busquedas en pasillos repletos de gente, gente que se interpone en mi camino y no me deja pasar, gritos y carreras de niños delante de mí, un ambiente en general ruidoso y excesivamente consumista para no ser navidad aún y mil cosas que mi cerebro ha tratado de olvidar.
Aún así han caído unas botas bonitas y baratas, un calefactor, dos cojines rebajados y sustrato para mi futuro proyecto de plantar un bosque de robles, pero bonsais, claro.

Bueno, la vuelta en autobús ha sido algo más relajada. Lo peor ha sido el trayecto andando con el peso, que casí me tiemblan los brazos aún.
Y todo para nada.
La sensación que me deja es que voy a tardar mucho tiempo en volver a comprar algo en un lugar así.